A las 6:30, saliendo a gatas de nuestra tienda, hollamos la nieve. Después de haber alzado sobre las espaldas los catorce kilos del aparato respiratorio y ajustado nuestras máscaras, abrimos la válvula a fin de llevar hasta nuestros pulmones la ola vivificante de oxígeno. Tras haber respirado unas buenas bocanadas, nos encontramos listos para partir. Pero alejado y solitario, más allá de las barcas y playas, estaba practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil torsión requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue más que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... solo... centímetro... más... Encrespárnosle sus plumas, se atascó y cayó.
martes, 13 de mayo de 2014
Actividad Comunicación
A las 6:30, saliendo a gatas de nuestra tienda, hollamos la nieve. Después de haber alzado sobre las espaldas los catorce kilos del aparato respiratorio y ajustado nuestras máscaras, abrimos la válvula a fin de llevar hasta nuestros pulmones la ola vivificante de oxígeno. Tras haber respirado unas buenas bocanadas, nos encontramos listos para partir. Pero alejado y solitario, más allá de las barcas y playas, estaba practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil torsión requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue más que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... solo... centímetro... más... Encrespárnosle sus plumas, se atascó y cayó.
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